Nació como una revolución, prometiendo un futuro de interacción nunca visto hasta entonces en la red. Creció como un torbellino, arrasando en los medios de comunicación y en las empresas que querían ser pioneras. Y ahora se resiste a morir, a pesar de que si alguna vez tuvo éxito son pocos los que realmente lo han aprovechado. Second Life, el mundo virtual en el que todo era posible, ha ido viendo progresivamente cómo los 15 millones de avatares registrados en su sistema han caído poco a poco hasta los 500.000 usuarios más o menos fieles, de los que con suerte coinciden 90.000 conectados a la vez.
¿Por qué no ha conseguido despegar del todo este universo paralelo que ofrece innumerables posibilidades de interacción? Algunos dicen que nunca fue más que una estrategia de marketing y que, tras el bombazo inicial y la “mordida de anzuelo” de empresas e instituciones, el castillo de naipes fue cayendo por su propio peso ante la falta de usuarios realmente dispuestos a pensar en SL como algo más que una moda. Otros, sin embargo, consideraron desde sus inicios a esta plataforma virtual como el germen de algo más grande: el comienzo de una forma de utilizar la red completamente diferente y que, en el futuro, evolucionará hacia algo mucho más sólido, útil y eficaz.
Quizás sea sólo eso: un problema de enfoque de las empresas que hasta ahora creían que SL crecería tan rápido como Internet, entendiendo que su supervivencia dependería de estar o no estar en el metaverso. Y a lo mejor en unos años es así, pero lo cierto es que a día de hoy el universo virtual de Linden Lab no ha cumplido las expectativas que se crearon con su nacimiento, y el dinero que las empresas han invertido en publicitarse dentro del espacio infinito de esta segunda vida todavía no ha dado beneficios. ¿Los dará algún día? Clare Rees, Directora de Marketing de SL en Europa, dijo hace apenas un mes que el problema radica en que muchas compañías comenzaron sus andanzas en el mundo virtual tal y como lo hicieron en su día en Internet: creando un espacio y sentándose a esperar que los clientes llegaran por sí solos. Se olvidaron de darle valor, de crear un contenido atractivo y de entender la auténtica filosofía del sistema en el que se estaban implantando.
Parece que ahora, aunque el número de usuarios de otras redes sociales sea aplastantemente superior, las entidades que aún no han huido de SL comienzan a cambiar el chip, asimilando esta idea y esforzándose en tener algo más que un bonito edificio de oficinas virtual en una isla privada de ensueño. Concedámosle a esta otra vida unos años más, a ver qué pasa: si finalmente todo queda en tocomocho marketiniano o si, por el contrario, en un futuro no muy lejano miraremos atrás y nos reiremos de los inicios del metaverso primitivo que ha terminado cambiando para siempre el concepto de las relaciones sociales en Internet.
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Érase una vez otra vida...
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